Se ha estrenado en el festival de cine de Berlín, la Berlinale bajo cero, la película lesbiana 'The kids are all right', de la directora de capítulos de 'A dos metros bajo tierra' y 'L Word', Lisa Cholodenko, y protagonizada por Julianne Moore y Annette Bening. Dice el crítico de El Mundo que es sexista. La LLP no la ha visto, es cierto, pero, aunque lo sea, se pregunta en general que por qué se da por supuesto que los gays y las lesbianas han de ser siempre estupendos. La LLP reivindica la posibilidad de ser sexistas y hasta homófobas, que a veces, lo son. Igual que también son, a veces, heterófobas. Son, ni más ni menos, que comportamientos sociales habituales, retransmitidos, repetidos y vistos hasta la saciedad en nuestro entorno. ¿Por qué no íbamos a verlos y a reproducirlos y a necesitar de autocrítica, como los heteros? Punto
Nuestra corresponsal andorrana nos envía dos noticias tristes. Una tiene que ver con la intolerancia de unos pocos que han logrado que una exposición cerrase sus puertas por las amenazas que ha recibido y al no poder garantizar la seguridad de las obras. Se trata de la expo fotográfica 'Circus Christi'. Según su autor, Fernando Bayona, han tenido que clausurarla porque «no es posible garantizar la seguridad de la misma» tras la polémica levantada por incluir fotografías que representaban imágenes del Nuevo Testamento con prostitutas o en locales homosexuales.
La segunda noticia, triste y habitual en los últimos meses, es que la única librería gay del Reino Unido, la célebre y bloomsburyana 'Gay's the word', se enfrente a un cierre más que probable a causa del aumento, en un 25%, del alquiler del local que ocupa. Virginia Woolf se lamenta al recordar las veces que ha estado en la librería y los libros que ha comprado allí, in situ y por correo.
Si las librerías independientes están en crisis, las gays y lesbianas están desapareciendo.
En Inglaterra se ha planteado una campaña contra la homofobia en el fútbol. Y esta campaña debía contar con la presencia de futbolistas de la premier league inglesa. Pero, como son supermachos -como John Terry, capitán de la selección inglesa que no contento con su esposa se lió con la pareja de otro jugador de la selección- no se ha atrevido a participar en esta campaña por miedo a que los hooligans se rían de ellos. Así lo cuenta el diario The Independent, dejando muy claro que en el mundo deportivo, especialmente el hipermegavaronil del fútbol testosterónico, la homofobia sigue campando a sus anchas. Dice Virginia Woolf que más que muy machos y todo eso, lo que son es unos cobardes.
Yo creo que me voy a decantar por el fútbol femenino que como tiene menos testosterona es más zen. Eso sí, antes deberán cambiarles las equipaciones, que están cortadas por el mismo patrón que las de los tíos. Y eso a mí me da mal rollo. No sea que se empiecen pareciendo en la ropa y acaben pensando con los ovarios. Claro que en una cosa les llevamos ventaja a los tíos: nosotras nos depilábamos ya antes que ellos. Y digo yo, piensa en voz alta Heidi, si ya son capaces de depilarse, ¿por qué no son capaces echar un cable contra la homofobia? O como diría algún periodista (que en el fútbol son de lo menos culto y educado y refinado que hay, porque también temen que les puedan confundir y cuestionar su hombría), de marcarle un gol a la homofobia. Qué aburrimiento, maúlla Catwoman desde el tejado.
